domingo, 27 de enero de 2013

Viernes despegado

El viernes La Mona durmió en casa de los abuelos. Yo tenia la reinauguracion de un negocio y el Papi tenia guardia en la base así que por la mañana la Yaya y yo la llevamos a la capital a casa de los abuelos. Antes nos pasamos por el H&M y le compre dos pares de zapatos por tres euros diiivinos! Dios bendiga las rebajas.
Cuando nos bajamos del coche y antes de sacar su super maleta de seiscientos kilos (para menos de un día fuera) mientras yo montaba el odioso Rider de los ****** se agarro cual cangrejo a su abuela R ante nuestra mirada estupefacta en espera de un poco de mamitis... pero esa mamitis como de costumbre no apareció.  Luego llego su tío y se fue con ellos, y adiós adiós muy buenas. Mientras nos alejabamos en el coche miraba como se iba felizmente con su abuela R señalando los arboles sin poderme creer aun lo despegadisisisisima que es. Se que pierdo puntos para el premio a la madre del año diciendo esto pero que se yo, un poquito de puchero, un labio tembloroso, un moquete colgón... tener que despegarla de mi con una palanca... no se, cosas normales en los niños!

Total que ayer, legañosa y resacosa -todo hay que decirlo- y ya con el Papi -solamente legañoso- fuimos a recogerla y ahí estaba la tía tan feliz con una tetita de pan en cada mano, me vio a lo lejos, me agache y extendí los brazos como en esos reencuentros de las pelis de telecinco por la tarde y ella se quedo de pie con media sonrisa mirándome desde la puerta del kiosko del rollo de  "Por favor mamá... Que por aquí me conoce todo el mundo" y me tuve que levantar recoger los trozos de mi orgullo materno del suelo e ir a buscarla para achucharla yo, porque estaba claro que de ella no iba a salir. Comimos en casa de los abuelos, parecía que La Mona ya quería estar un poquito mas conmigo y la muela le estuvo dando por saco y a mi como madre blanda y sensiblona que soy se me paso el resentimiento, y la abuela R me enseño toda la colección de monerías que la cría ya hace tiempo que sabe hacer pero que mi suegra aseguraba haberle enseñado en las ultimas 24 horas.

Después cogimos el tren de vuelta a casa y el Papi y yo que entre los dos no sumábamos seis horas de sueño la noche anterior, nos rifamos a quien le tocaba dormir a La Mona, y literalmente vestidos nos quedamos secos sobre la colcha mientras ella nos cantaba la cucaracha desgraciada desde su cuna.

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